Los fundamentalismos y la imaginación de otros mundos posibles

Ciudad de México

15 de febrero de 2022

Texto y fotos: Comunicación.

En el Centro de Estudios Ecuménicos empezamos este año con la tarea de planear nuevamente nuestro horizonte de trabajo a cinco años. Después de una intensa labor de análisis, nos hemos dado cuenta de la importancia de los fundamentalismos en esta etapa del mundo que, desde nuestra visión, constituye una fase de avasallamiento de nuestros tejidos comunitarios, nuestros territorios y del planeta como la Casa Común que compartimos.

Por esto, es importante identificarlos no sólo para recuperar nuestra capacidad de actuar y construir una vida digna, sino, sobre todo, para empezar a imaginar de nuevo que otros mundos son posibles. Pero partamos desde el principio: para comenzar, necesitamos una definición.

¿Qué es el fundamentalismo?

Normalmente, cuando se habla de fundamentalismos, tendemos a pensar en movimientos de carácter religioso y con una fuerte tendencia hacia el control del cuerpo de las mujeres, los hombres y las comunidades. Efectivamente, el fundamentalismo religioso provino de movimientos sociopolíticos que, desde finales del siglo xx, han reaccionado contra algunas políticas de modernización, con prácticas altamente polarizantes y un discurso de oposición a derechos individuales, sobre todo, de las mujeres y las distintas identidades sexuales. Por ejemplo, los discursos homofóbicos o contra el derecho al aborto. Al mismo tiempo, estos grupos fundamentalistas se han aliado con sectores de alto poder económico y han apoyado directamente gobiernos de derecha como los de Bolsonaro en Brasil.

Nuestra idea del fundamentalismo

Desde nuestra perspectiva, el fundamentalismo debe ser analizado desde su contexto histórico religioso, pero también debemos extender su definición para ayudarnos a mirar y a nombrar cualquier movimiento sociopolítico o pensamiento que simplifique la complejidad.

¿Qué quiere decir esto? Que vemos que en México y en el mundo hay proyectos que reducen los problemas que nos presentan las relaciones sociales o con el medio ambiente a unos pocos principios que se reclaman como únicos y verdaderos y que, de inmediato, nos ponen a pensar que lo importante es saber en qué equipo estamos; es decir, nos polarizan.

Un ejemplo de ello sucede en la guerra que hoy vivimos en México y que, para muchas personas, puede explicarse con base en una gran estigmatización de la sociedad. En este esquema, mueren y desaparecen aquellas personas que “andaban en algo”. Este tipo de pensamiento oculta que toda nuestra sociedad está atravesada por el dolor de las más de cien mil familias que buscan algún desaparecido y por la ruptura en nuestras relaciones de confianza, en nuestra libertad para caminar a cualquier hora del día por nuestras calles o incluso la ruptura con nuestros territorios cuando nos vemos obligados a abandonarlos por la violencia.

Marcha del 10 de mayo

Para este caso, una guerra contra aquellos que andan en algo no termina de explicar las causas de la desaparición en México, su impacto en la sociedad y a qué grupos está beneficiando. Tampoco nos ayuda a imaginar cómo transformar nuestro contexto. Por último, nos impide mirar aquellas ocasiones en que las personas sufren violencia como una consecuencia de su labor de defensa del territorio, de sus derechos como comunidades indígenas o por su ejercicio periodístico.

Un problema igual de apremiante es el de la situación de nuestra casa común, es decir, el planeta que compartimos todas y todos y que hoy nos  demuestra que es finito y que está en riesgo. Se ha demostrado, con creces, cómo el desarrollo, como un fundamentalismo que reduce el sentido de la vida al crecimiento económico y tecnológico, no es suficiente para ayudarnos a imaginar cómo proteger el agua, los ríos, la tierra y la vida del planeta, y en consecuencia, también de los seres humanos. En este sentido, es necesario cuestionar el mandato de crecer y producir para empezar a tejer acciones, culturas y comportamientos comunitarios que nos ayuden a preservarnos.

Por último, la idea de que sólo unas pocas personas puede cambiar el futuro de una sociedad, ya sean políticas y políticos, héroes, clérigos o intelectuales de todo tipo, impide que asumamos nuestra propia subjetividad, es decir, nuestra capacidad de hacer acuerdos con otras y con otros para construir una comunidad más amable, más cuidadosa de su relación con el ambiente, menos violenta con las mujeres y, en fin, en la que cada persona pueda vivir humanamente.

Estos tres ejemplos nos ayudan a mirar que, en todas las sociedades, hay ideas, esquemas de pensamiento y modos de actuar que parecen una verdad única y que no nos dejan pensar en la diversidad: los fundamentalismos evitan que nos reconozcamos como personas diferentes, pero con capacidad de encontrar puntos en común, y necesitamos con urgencia organizarnos.

¿Qué hacer ante los fundamentalismos?

Ante los fundamentalismos, la propuesta del ecumenismo es una opción para volver a reconstruir nuestros tejidos comunitarios. ¿Por qué? Porque el ecumenismo propone pensar que todas y todos somos habitantes de una misma casa, que nos podemos reconocer en este principio básico y que es necesario recuperar nuestra capacidad de influir y cambiar nuestro entorno para construir una vida que nos guste más, una vida más responsable con el medio ambiente, una vida en la que ninguna guerra pueda justificarse.

Como CEE, consideramos que la acción de las familias en búsqueda de sus personas desaparecidas nos da pistas para mirar lo compleja que es la guerra que vivimos en México y también acciones de humanización en la inmensa cadena que consolida un modelo de enriquecimiento a través del desplazamiento de personas, el trabajo forzado, la trata de personas, el cobro de piso y el control territorial.

Por otra parte, nos damos cuenta de que quienes defienden el territorio han ido comprobando, con la práctica, que hay saberes ancestrales y comunitarios que nos ayudan a construir alternativas de siembra, captación de agua y preservación de nuestro planeta.

Las niñas, niños y adolescentes nos enseñan que tienen una palabra sobre cómo vivir en comunidad, y las propias asambleas y organizaciones de todo tipo, que somos capaces de actuar en conjunto para transformar nuestra sociedad.

Dos propuestas

Concretamente, hoy les invitamos a conocer dos proyectos que comparten no sólo nuestro análisis de la sociedad, sino también la necesidad de actuar en red para afrontar las violencias que producen los fundamentalismos.

La primera es la Mesa Ecuménica Regional, conformada por organizaciones de Costa Rica, Nicaragua, Cuba, Honduras, El Salvador y México, en la cual se ha avanzado en el diagnóstico de los movimientos fundamentalistas en Centroamérica y el Caribe para afrontarlos en conjunto. Puedes consultar el primer comunicado de la Mesa en el boletín del Departamento Ecuménico de Investigación.

La segunda es la Articulación Ecuménica por la Paz y el Buen Vivir, una asociación de cinco organizaciones: Enlace Comunicación y CapacitaciónCoreco, el Instituto de Estudios e Investigación Intercultural (INESIN) Fundación Don Sergio Méndez Arceo. Este esfuerzo tiene como propósito construir una red de apoyo entre luchadoras y luchadores sociales que compartan una misma formación sobre construcción de paz, monitoreo de derechos humanos, desarrollo humano integral y liderazgo de las mujeres. La idea es que ellas y ellos puedan construir una agenda en común y extender los lazos solidarios entre sus luchas.

Te invitamos a seguir pensando: ¿qué otros fundamentalismos encuentras en tu comunidad?

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